viernes, 19 de febrero de 2010

El fútbol y la familia



Crecí en medio de una disyuntiva pelotera en mi casa. Por parte de mi mamá, la herencia se teñía de un blanquiazul penetrante, mientras la de mi papá (aún no, su familia) de un furioso rosa chalaco. Sin embargo, la presión de la mayoría ganó: Sí, soy otra feliz aliancista.

Cuando tenia 8 años no me perdía un capítulo de los Supercampeones. Completé 2 álbumes, tenía la pared y puerta de mi habitación marcada con aquel engominado scotch con el que pegaba los desteñidos dibujetes de Oliver, Tom y Benyi "made in mercado de Magdalena”.

Luego, a los 9, en aquel mundial del 94, otra vez, 2 albumes llenos, rebosantes, y ahora viejos, con aquellas figuritas repetidas, pegadas, en la cabecera de mi “desbarnizada” cama.

Era chiquita, y me volví fanática del fútbol. Ser única hija y vivir con personas mayores te obliga a buscar formas de divertimento que sólo uno entiende. Y era por eso, que lustraba el piso de la sala con la ropa o pijama del día, alucinando aquellas barridas de los galácticos jugadores del Newpy, o aquellas voladas increíbles, con impulso en uno de los palos del arco (en mi caso: en la puerta principal), por parte del melenudo Richard Tex Tex. Y esa pared del garaje, cómplice de incansables peloteos y de mil y un vidrios rotos.

Ya de más grande jugaba en el colegio y la canchita del parque de la esquina de mi casa. Siempre delantera, meter goles era mi pasión. Ni el zapatero del barrio se salvó, una patada y GOL.

Siempre de la Alianza, de la Juve, del Barza. Pero siempre, más, aliancista, por obvias razones.

Y cómo no recordar aquellos partidos en el Matute, invitada por mi tío Chulín, el cual, desde hace poco, no se encuentra ya entre nosotros. Socio vitalicio, ex presidente del Comité Electoral e hijo de uno de la larga lista de vicepresidentes del club. Mi tío, tan tranquilo siempre, en el estadio, era otro. Un gol de la Alianza significaba verlo parado en su asiento, saltando, abrazando al del costado. Irreconocible. Un hincha más.

Y sí, esta historia va para él. Estoy segura, que harto de renegar aquí en tierra por la eterna "crisis golera" del equipo de sus amores, común denominador del fútbol peruano, se fue para arriba, pa' darle ese empujoncito que necesitaba, y así verlo ganar en las alturas o en casa, hasta al mejor de América.

Hoy Dios es blanquiazul, gracias a mi tío, que por fín lo convenció. Vamos por más: Arriba Alianza!

1 comentario:

  1. Aliancista de corazón el tio Chulín!! que por cierto ya se habrá encontrado con su primo hermano Humberto Isasi Barbieri, hincha a rabiar del Sport Boys, del presidente Leguía y de los chistes de Nestor Quinteros.. Alianza ha perdido un hincha pero ha ganado un ángel...
    Saludos
    Enrique Del Aguila

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