lunes, 8 de febrero de 2010

Tiempo de tenis, épocas de mi niñez


Cuando era niña y esperaba aburrida, una vez más, que mi madre terminara de broncearse en la piscina de aquel club del cual aun soy socia, un repetitivo rebotar de peludas bolas amarillas contra cuerdas de nylon, lograron enredar mi distraída atención.

Me despegué por un momento del caribeño olor a bronceador y bajé las pocas gradas que me separaban de la cancha de cemento – acomodada – para jugar al tenis.

Mi cabeza colgaba de la baranda, mientras mis manos sujetaban con infantil fuerza el enrejado oxidado que cercaba el interesante escenario. Tenía seis años y me volví adicta al tenis. Con un: “Mami, quiero aprender ese deporte”, empezó mi vida tenística, entre polvo de ladrillo, el casi tóxico olor a bolas nuevas, horas de full entrenamiento, los viajes hasta el Lawn Tennis con mis abuelos los fines de semana por la mañana, las pelotas perdidas adrede lanzadas hacia el Campo de Marte.

Me gustaba jugar. Hoy, que no lo hago a menudo, lo extraño. Pero sobre todo, luego de muchos años, me inunda la inquietud al sentir que nuestro tenis nacional va en picada.

Hace poco, pudimos respirar el aire de pertenecer a la élite de un Grupo Mundial de Copa Davis. Hoy, no estamos más. El freno de nuestros tenistas se quedó sin aceite y ahí vamos, cuesta abajo.

La primera raqueta, Lucho Horna, vocea su pronto retiro. El Chino Miranda, ya de tercera, mucho no le falta para seguirlo. ¿Qué nos queda? ¿Quién? ¿Las jóvenes promesa están aptos para enfrentar a competitivos jugadores que se topan constantemente en torneos internacionales con tenistas de nombre?

En el tenis, la experiencia vale oro, y la cantera aun más. Para no perder la continuidad y caer en un vacío sin representantes nacionales, debemos apoyar a los infantiles. Así es como las grandes potencias en el tenis surgen, apoyándolos desde chiquitos y no cuando tienen 16 años.

El tenis, mis estimados, es cuestión de Estado. ¿No ven a Rusia? Me imagino que sí.

En mi época (hace 15 años) los que jugábamos al tenis éramos casi nadie. Hoy, ya existe una cultura tenística. Pero, ¿hay nivel?


Toc Toc.. ¿Federación?
Toc Toc.. ¡Empresa Privada!

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